Parte de un extraño sentido de cultura social, el narcotráfico se ha desbordado para crear héroes de televisión más allá de la ficción, y cada vez más personas se identifican con esta corriente cultural, tanto que han creado un nuevo género musical; que si bien no es por todos aceptado, está y estará presente en nuestro día a día.
Les contamos la historia de los narcocorridos.
Bajo la sombra de la música norteña, en pleno siglo XXI, se desarrollaba el género que contaría historias de organizaciones criminales con nombres clave, que poco tiempo después podríamos ver o escuchar en las noticias y/o notas rojas de los medios; y que al mismo tiempo ha creado su propio lenguaje.
Con un público meramente rural, los narcocorridos se abrían espacio entre audiencias más grandes y en ambientes más fiesteros. 2004 fue un año de cambios en la música norteña, la cual fue desplazada por el pasito duranguense en la radio y en fiestas –¿quién no recuerda esos extraños bailes?–, sub-género que fuera el predecesor de los narcocorridos.
En sus propios términos, la música y el narcotráfico han coexistido, creando una forma diferente de hacer arte. Y como en toda relación, han tenido sus caídas, de las que todos hemos sido ciegos testigos, de asesinatos de intérpretes y figuras del género.
En una de las escenas más complicadas para hacer arte, los narcocorridos han tenido, tienen y tendrán, grandes intérpretes, pasando por quienes guardan un respeto de su lenguaje para con el público, y algunos otros que no temen en dar nombres y usar un lenguaje soez, que son ya parte del vínculo con sus fans.
Bien visto, o no, los narcocorridos son sin duda parte de la identidad nacional, y efecto de una fallida guerra contra el narcotráfico, que después de diez años, sigue cobrando cuentas en el país.