Hablar de qué nos falta por terminar en el día, cuántos pendientes de la semana pasada aún no terminamos, o la posibilidad de quedarse un ratito más después de la hora de salir, son temas comunes a la hora de echar la papa, –hora de comer, para los Godínez burgueses–. Una exhaustiva carga de trabajo hace que aumenten los niveles de estrés y disminuya la efectividad de los empleados.
Les contamos algunas formas para mitigar la carga de trabajo.
Cuentas claras. Establecer objetivos está bien y es fundamental en cualquier empresa, pero no siempre tienen mediciones correctas o los resultados no son transparentes. Lo ideal es tener métricas y resultados al alcance de todos, así todos conocerán lo bien que están haciendo su trabajo, en qué deben mejorar y la importancia de su rol en la empresa. Por el contario, si no se comunican las mediciones, todos harán sus propios criterios y esto conllevará en grandes fallas, que se traducirán en pendientes interminables.
Retroalimentación congruente. No todos los jefes tienen conciencia de qué hace cada quién y en qué proporción, por tanto, no es extraño que cuando brindan alguna retroalimentación, puede no ser justa e incluso errónea. La solución es simple, mantener un registro del desempeño laboral de cada empleado, y crear estadísticas que brinden una visión a detalle del trabajo, la cual hará que los mandos superiores den una opinión realista. De lo contrario, caerían en el error de la suposición y exigir objetivos inalcanzables e irreales.
Los granitos de arena. Dicen que Roma no se construyó en un día; reconocer los buenos resultados y el esfuerzo que cada uno le pone a su trabajo, es parte de una política de compromiso con los empleados, realzar los buenos resultados por pequeños que sean, hará que todo el empeño puesto en ciertas actividades, tenga un valor sentimental. Claro que tampoco se trata de aplaudir que alguien aprendió a sacar una copia, pero el que los altos niveles jerárquicos reconozcan nuestros pequeños esfuerzos, es una señal de que no es necesario matarse para recibir atención y ser tomados en cuenta.
Di no al martirio. Alguien nos dijo por ahí: “Trabajamos para vivir, mas no vivimos para trabajar”, frase que no muchos entienden, y es que todos conocemos a alguien que prefiere seguir trabajando a tomar vacaciones, bajo el pretexto de “Es que si no estoy yo…”. –Recomiéndele leer nuestras entradas sobre el síndrome de Kiroshi y Bournou, antes de que sea demasiado tarde–. Si quienes leen esto, son jefes, alienten a sus empleados a tomar vacaciones o brinden días de descanso extra, ese tiempo es bueno para recargar las pilas y regresar al trabajo, con todo.
Predica con el ejemplo. Un buen líder es aquel que conoce su área de trabajo, sabe trabajar y entiende los sacrificios que implica; si los empleados ven a un jefe que llega a tiempo, cumple con horarios, y trabaja a la par o inclusive más que ellos, tengan por seguro que todos tomarán esa misma actitud. Nada es peor que un jefe que no sabe y no hace nada, pero gana más que el resto, y sale temprano; para desanimar a cualquier empleado.
Estos consejos les darán algunas ideas para hacer más llevadera la vida de oficinista, y la carga de trabajo podría sentirse menos.
¿Ya terminaste todos tus pendientes?