El economista Henry George dijo una vez «Trabajo mal pagado es trabajo ineficiente y pobre, en todas partes del mundo», el autor del libro Progreso y miseria de 1979, y creador de una corriente económica que ha dado de qué hablar, Georgismo. Reflexiona sobre el valor del trabajo para los trabajadores, valor que con el paso de los años y la adopción de distintos modos de producción, ha quedado en el olvido de la clase trabajadora.
Desde que tenemos uso de razón, se nos imprime un pensamiento único sobre el trabajo: si no duele no sirve, idea que resulta retrógrada –haciendo alusión a la Mars– y que merma la inventiva e iniciativa de todos, para ir en busca de un empleo o trabajo que nos deje más a nosotros, de lo que nosotros dejamos para él; en una forma menos filosófica, trabajamos más por el valor que una empresa pueda darnos, que por el valor que dicho empleo generé para nosotros.
Existen cientos o incluso miles de libros de superación personal que pregonan «deja tu empleo y sé feliz», –en este punto vamos a contradecir lo que dijimos antes, pero todo va terminar bien–, una idea que a simple vista pareciera revolucionar la vida de todos, y que al tratar de dar el salto, muchos han de terminar en el suelo, otros más a medio camino y un puñado en la cima; y sí debemos atrevernos a dejar nuestros cómodos asientos y escritorios, para ir por lo que realmente nos hace felices; obvio, con la remuneración que merecemos; sin embargo, vivimos atados a la vieja creencia de nuestros padres: trabaja ahora y disfruta después, pensamiento del tiempo feudal.
Ahora bien, si retomamos el pensamiento de la corriente de George, que dice que cada uno posee lo que crea, pero todo lo encuentra en la naturaleza, y como más importante, el suelo y la tierra, pertenece igualmente a toda la humanidad, podemos decir que lo que hacemos en nuestros empleos es nuestro trabajo, y no de ellos, para tal efecto, exigimos un pago o remuneración, directamente proporcional a éste, ¿es así cómo funciona un empleo? No del todo, si bien trabajamos para vivir, no debemos caer en la vieja escuela de vivir para trabajar, por el contrario, todos deberíamos tener un empleo que nos permita alcanzar un desarrollo humano y/o personal, así como profesional, y con un salario justo.
Obtener algo como lo anterior parece imposible en nuestro país, pero se puede lograr si dejamos a un lado las viejas ideas, y las organizaciones comienzan por crear ambientes laborales óptimos para todos, y una cultura organizacional que propicie el buen desempeño de todos; por nuestra parte está el buscar llegar al puesto correcto, en el lugar correcto.
¿Qué tan feliz eres en tu trabajo?