Vivir en cualquier ciudad del mundo, incluye en el paquete de incomodidades la contaminación por ruido; contaminación que hemos pasado por alto, durante décadas, pero que es causante de cientos de afecciones a nuestra salud.
De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), es la segunda causa ambiental de problemas de salud, presidida por la contaminación del aire. Se le adjudican 910 mil casos de hipertensión y diez mil muertes prematuras, relacionadas con enfermedades cardíacas o derrames cerebrales, esto solo en Europa.
“El ruido es invisible”, dice Poppy Szkiler de Quiet Mark; es la razón principal por la que –por años– sus efectos negativos han sido mal interpretados. Quiet Mark es una empresa dedicada a la reducción de la huella sónica, de los productos más comunes de la vida cotidiana.
En 2013, el diario médico de Reino Unido, The Lancet, realizó un estudio en el que describe, cómo la exposición al ruido, aumenta la presión arterial, altera el ritmo cardíaco y libera hormonas del estrés.
The Lancet advierte que, estar expuestos a un nivel promedio de 55 decibeles (db), “es considerado un riesgo para la salud”; se estima que sufrimos la exposición de 60 db, si vivimos en una ciudad muy transitada, y 70 db, si estamos cerca de avenidas principales. Ahora, vivir en un departamento sobre Reforma, no suena tan bonito ¿verdad?
Además de todo lo anterior, el ruido de las ciudades aumenta, generando estados de estrés, y si nos aterrizamos en la CDMX, tenemos los mejores ejemplos, desde el vendedor de discos en el transporte público, pasando por quienes creen que tocando el claxon el tránsito va a desaparecer, y claro, sin dejar de lado a los vecinos escandalosos o vendedores de servicios. Vivir en las ciudades, hace que las personas experimentemos un estado constante de presión y estrés, pero, ¡qué le podemos hacer si los empleos, parques y centros de diversión, se ubican en las grandes urbes!
Lo médicamente recomendable, sería vivir lejos de estos sitos, mientras que lo Godinezmente recomendable, sería evitar pasar tanto tiempo en la calle, moderar el volumen de los audífonos, nuestros gritos, y buscar lugares tranquilos, como parques, para desconectarnos por un rato del escándalo citadino.
¿Cuándo fue la última vez que se revisaron los oídos?